En estas fechas, estamos tan entretenidos con nuestras compras, regalos y cenas que resulta difícil acordarse de Dios y acogerlo en medio de tanta confusión. Nos preocupamos mucho de que en estos días no falte nada en nuestros hogares, pero a casi nadie le preocupa si allí falta Dios. Y por otra parte, andamos tan llenos de cosas que no sabemos ya alegrarnos de la <>. Y una vez más, estas fiestas pasarán sin que para muchos hombres hayan podido escuchar nada nuevo, vivo y gozoso en su corazón. Y desmontarán <> y retirarán el árbol y las estrellas, sin que nada grande haya renacido en sus vidas. La Navidad no es una fiesta fácil. Sólo puede celebrarla desde dentro quien se atreve a creer que Dios puede volver a nacer entre nosotros, en nuestra vida diaria. Este nacimiento será pobre, frágil, débil como lo fue el de Belén. Ese es el verdadero regalo de la Navidad. Nuestra gran equivocación es pensar que no necesitamos de Dios. Creer que nos basta un poco más de bienestar, un poco más de dinero, de salud, de suerte, de seguridad. Y luchamos por tenerlo todo menos a Él. Así que felicidades a los que tiene un corazón sencillo, limpio y pobre porque Dios es para ellos, felicidades a los que sienten su necesidad pero aún no se atreven a salir a su encuentro, felicidades a los que, en medio del bullicio y aturdimiento de estas fiestas, sepan acoger con corazón creyente y agradecido el regalo de un Dios niño. Para ellos habrá sido Navidad. Felíz Navidad a todo aquel que quiera hacer suya esta felicitación.
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En estas fechas, estamos tan entretenidos con nuestras compras, regalos y cenas que resulta difícil acordarse de Dios y acogerlo en medio de tanta confusión. Nos preocupamos mucho de que en estos días no falte nada en nuestros hogares, pero a casi nadie le preocupa si allí falta Dios. Y por otra parte, andamos tan llenos de cosas que no sabemos ya alegrarnos de la <>.
Y una vez más, estas fiestas pasarán sin que para muchos hombres hayan podido escuchar nada nuevo, vivo y gozoso en su corazón. Y desmontarán <> y retirarán el árbol y las estrellas, sin que nada grande haya renacido en sus vidas. La Navidad no es una fiesta fácil. Sólo puede celebrarla desde dentro quien se atreve a creer que Dios puede volver a nacer entre nosotros, en nuestra vida diaria. Este nacimiento será pobre, frágil, débil como lo fue el de Belén. Ese es el verdadero regalo de la Navidad. Nuestra gran equivocación es pensar que no necesitamos de Dios. Creer que nos basta un poco más de bienestar, un poco más de dinero, de salud, de suerte, de seguridad. Y luchamos por tenerlo todo menos a Él.
Así que felicidades a los que tiene un corazón sencillo, limpio y pobre porque Dios es para ellos, felicidades a los que sienten su necesidad pero aún no se atreven a salir a su encuentro, felicidades a los que, en medio del bullicio y aturdimiento de estas fiestas, sepan acoger con corazón creyente y agradecido el regalo de un Dios niño. Para ellos habrá sido Navidad.
Felíz Navidad a todo aquel que quiera hacer suya esta felicitación.
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